viernes, 12 de agosto de 2011

SHE BLED / CROPREDY



Ann sido muchos conciertos; aunque siempre llevaré conmigo un par de ellos; y no lo digo sólo porque hace ya algunas semanas volcara la música de aquel artista desde una página de descargas ilegales de la red - de cuyo nombre no quiero acordarme...- a la biblioteca de mi ipod.
Aquella tarde Rodney Branigan se pasó por el escenario del Brasenose; el pub donde los de la strawbale-barn acudíamos puntualmente cada tarde después del trabajo. Un tío excepcional, capaz de tocar 2 guitarras al mismo tiempo y además tener la rala habilidad de tocar bien. Hace años intenté sin éxito emprender una carrera en solitario como guitarrista de masas pero tropece con la cejilla. De aquellos tiempos, sólo conservo una canción de los Beetles en mi haber y el puñado de acordes que aprendí a tocar. Tal vez por esa razón, siempre que tengo ocasión de ver a un guitarrista en directo, trato de seguir el movimiento de sus manos acariciando las notas, buscando aquellos mismos acordes que una vez conseguí arrancar a la mía, aunque también a menudo, no sé si por falta de agudeza visual o porque sencillamente ellos encontraron el toque; la calidez, la sensualidad, la soltura o la complicidad necesaria como para acercarse a la suya y tocar juntos; tocarse, no lo consigo.


Ann podría ser perfectamente el nombre de aquella inglesa de la primera fila - a pie del escenario - que rompió a llorar sin perder ni un ápice la compostura - Ann no llevaba pamela -. Aguantó el chaparrón gracias a la ternura y firmeza con la que una amiga le apretaba la mano derecha contra su propia rodilla, uno de esos pequeños detalles que pasan desapercibidos para la mayoría de nosotros sino fuera porque alguna vez esa mano fue la tuya. Nunca llegué a conocerla personalmente. Era una de las asiduas del pub, aunque no una más - al menos para mí -. Educada, amable, jovial, de movimientos pausados, risueña, de tez morena y pelo rizado, extraordiriamente extraordinaria; extraordinariamente hermosa. Jim, uno de los camareros, despertaba un sentimiento de solidaridad en mí, siempre tuve la impresión de que sentía algo por ella, creo que para él tampoco fue una más. Entre Jim y Ann siempre se interpuso la barra de aquel bar - demasiado alta -. Entre Ann y el que escribe - aunque no estoy muy seguro; supongo que algunas historias personales, una pizca de timidez y también, por otro lado, aunque ni siquiera yo mismo termine de creerlo; mi broken English -. En aquel momento, Jim no pudo darse cuenta de lo que estaba sucediendo, sencillamente porque Ann estaba sentada de espaldas a él, con los hombros ligeramente apoyados sobre una de las tablas del frente de la barra. En cambio, yo sí pude percatarme de la situación; el concierto era muy bueno, pero no tanto como para dejar de mirarla, como para apartar la vista de ella - supongo que la vida es cuestión de prioridades; visión periférica, podríamos llamarlo -. El motivo por el que aquella tarde empezó a llover en aquella habitación no lo sé; no puedo alcanzar a saberlo; lo único que si sé, es que me hubiera gustado ser Roberto Benigni en una de esas maravillosas escenas de la película La Vida es Bella; me hubiera gustado saltar de la banqueta donde estaba sentado y haberme acercado a ella, haberla invitado a bailar, y bailar y bailar con ella hasta perder la noción del ridículo, de las normas sociales, del tiempo, del lugar, del momento.
Ann pasado varias semanas y todavía hoy, aquí sentado frente a la pantalla del portátil, escuchando una vez más la pista 09 del CD, aparentemente tan lejos en la distancia, sigo preguntádome a mí mismo el porqué de su mirada empañada, el motivo por el que aquella canción le tocó tanto, por qué su música caló también tan hondo en mi corazón de paso.



hoy suena en mi habitación: she bled / rodney branigan (en) http://www.youtube.com/watch?v=amgAYdmOwgE/ a mis compañeros de viaje, en especial a sam, fifi y pat / con cariño; rbn