martes, 30 de marzo de 2010

289



Querido Baco:

No recuerdo con exactitud cuándo ni cómo despertó mi afición por el vino; supongo que como éste que escribe fue madurando con el tiempo, con la curiosidad.

En la corchocoteca de mi habitación guardo tan sólo algunos de esos corchos que me recuerdan lo maravilloso del vivir, que me trasladan con su aroma a aquella mesa que compartí con los amigos, a la barra de aquél bar en el que brindamos por aquella camarera, al escenario donde aquel pianista dibujaba paraísos en blanco y negro, a la conversación vidriosa en torno a los recuerdos del patio del colegio…

Tengo frente a mí una botella de tinto, un benjamín. 289 es el número de corchos que me quedan para completar el cuadro que diseñé; 288 serán los corchos que resten para completarlo cuando la haya destapado.

Esa última botella; la 289, la compré en el Mercadona; di con ella por casualidad. No sé por qué, los carritos tienen tendencia a irse a un lado; el del otro día, tiraba para la izquierda. Fue así como reparé en ella, al pasar frente a su estantería. La botella, de figura esbelta y cuello estirado, destacaba por su sobriedad. El contenedor; de vidrio oscuro y lechoso me resultó muy sugerente y atractivo. La etiqueta era negra, con algunas notas rojas de carmín sobre un fondo blanco; casi de talco. Al acercar mi mano a ella, me sorprendió ver mi propia palma sonrosada reflejada sobre el cristal de su piel. Me asomé por un momento a lo afrutado de su contenido, a la marea de su pulso… pero lo cierto es que, después de haber leído la etiqueta, seguía sin conocerla. Me imaginé bailando con ella, deleitándome con su copa, perdiéndome en el beso del vino de sus labios, degustando los taninos de su amanecer…

Poesía, sólo poesía; sed de sed.

Cuando volví al super; ya no quedaban botellas en aquel estante. Se me ocurrió preguntarle a la dependienta si sabía de algún otro lugar donde pudiera encontrarla. Me respondió sin vacilar con un

- No lo sé

Querido Baco, siento tener que despedirme así; tan apresuradamente, sólo con la voz rota de la palabra. Me hubiera gustado compartir un último brindis contigo, consciente de que no bastan sólo dos copas para brindar.

Decirte que la otra noche, de madrugada, se me ocurrió pasar por el Vips a comprar el País –cosas de sibaritas- y di con el vino de siempre, uno de esos de marca blanca… delicioso

Sólo me queda despedirme.

Desde la parra del cariño; o mejor dicho, desde la parra, con cariño

late_ru


hoy suena en mi habitación: one headlight / wallflowers (en) http://www.youtube.com/watch?v=Iaqw-kVVisg / a la dependienta; si no te he vuelto a llamar es porque todavía me gustaría llamarte, porque te llamaría a todas horas; si no me senté aquel día a tu lado, fue porque sabía que después tendría que levantarme / best wishes for you today and always


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